Me llamo Betty y quiero contarte algo que marcó mi vida.
Mi hijo apenas tenía 3 años cuando ya había sido expulsado de tres day care.

Recuerdo el primero. A las dos semanas me llamaron y me dijeron que no podían manejarlo. “No duerme la siesta, interrumpe a los demás, se balancea todo el tiempo… y aprieta demasiado fuerte a los niños cuando juega.”
Lo intentamos de nuevo en otro centro. Duró un mes. Luego vino el tercero, y la misma historia: llamadas constantes, notas en su mochila, miradas de desaprobación.

Como madre, lo primero que sentí fue culpa. ¿Qué estoy haciendo mal? Pensaba que tal vez yo no sabía poner límites, que era muy permisiva o demasiado dura. Pero en el fondo algo me decía que no era simplemente “mala conducta”.

Mi hijo no dormía, hacía movimientos repetitivos, y cada vez que se sentía nervioso abrazaba a los otros niños tan fuerte que los hacía llorar. Para él, ese gesto era una manera de buscar calma, no de lastimar.

Fue en ese momento que escuché por primera vez el término: síntomas del autismo en niños pequeños.

Síntomas del autismo: lo que nadie me explicó

Descubrí que esas conductas —no dormir, tener estereotipias como balancearse o apretar objetos, evitar juegos compartidos— eran señales tempranas del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Según el DSM-5, los síntomas incluyen dificultades en la interacción social, comportamientos repetitivos y respuestas inusuales a los estímulos.

Lo que para los day care eran “problemas de disciplina”, para mí se convirtió en una pista que necesitaba atención.

por Abu

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